Situada en el sector meridional del litoral de Castellón de la Plana, sobre un peñón unido al continente mediante istmo, formando un tómbolo, probablemente ocupado por los íberos y otros pueblos de la antigüedad.
Población musulmana durante la edad media hasta que el año 1233, tras varios intentos fracasados, fue incorporada a la cristiandad por Jaime I de Aragón.
A caballo entre los siglos XIII y XIV los templarios edificaron el castillo que corona su solar, que pasaría a poder de la orden de Montesa, fundada el año 1317 por Jaime II.
A caballo entre los siglos XIV y XV, durante un periodo de gran turbulencia en las elecciones papales, cuando la institución pretendía retornar a Roma, abandonando su residencia de Aviñón, en el sur de Francia, el año 1394 el cardenal aragonés Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor fue elegido papa, adoptando el nombre de Benedicto XIII, también fue conocido como papa Luna, siendo uno de los protagonistas del cisma de Occidente, en el que llegaron a convivir simultáneamente tres papas.
Cuando sólo el reino de Aragón reconocía su autoridad, se estableció en la plaza de Peñíscola donde residiría hasta su fallecimiento, siendo despuesto el año 1415, como hereje y antipapa, por el Concilio de Constanza, junto al también antipapa Juan XXIII. Gregorio XII, el otro papa simultáneo, renunció a favor de la unificación de la autoridad papal. El citado Concilio designó como único pontífice a Martín V.
Ya en la edad moderna, el acceso terrestre de Peñíscola fue reforzado durante el reinado de Felipe II con una formidable defensa abaluartada renacentista, proyectada por Vespasiano Gonzaga Colonna, dirigiendo su edificación el ingeniero militar Bautista Antonelli.
Vespasiano Gonzaga Colonna era un aristócrata italiano, amigo personal de Felipe II desde la juventud; durante su estancia en España recibió diversos nombramientos, entre ellos los de virrey de los reinos de Navarra y posteriormente de Valencia. Fue conocido como acreditado experto en fortificaciones y reconocido como coleccionista de antigüedades.
Bautista Antonelli fue un excepcional ingeniero militar que trabajó en todos los continentes reconocidos en su tiempo, ejecutando al servicio de la corona española, junto a sus trabajos en Peñíscola y otras plazas en España, proyectando asimismo la fortificación de las plazas americanas de Cartagena de Indias, Felipea, actual João Pessoa, en Brasil, La Habana, Panamá, Portobelo, Puerto Rico, Santo Domingo o Veracruz y Larache, en África.
Las patentes de sanidad emitidas por Peñíscola, renovadas por diversos grabadores, suelen aparecer encabezadas por un grabado que representa la población fortificada.
La patente de sanidad emitida el 18-3-1759 representa la vista de pájaro de la población, con sus fortificaciones rodeando el peñón que le sirve de solar, destacando los baluartes artillados del Calvario y de santa María, inconcluso, con fuente en su talud. El conjunto abaluartado defendía el istmo de acceso desde el territorio continental. Varias embarcaciones de vela o remo aparecen representadas en sus aguas.
El caserío, situado intramuros, aparece coronado por el castillo templario y la inmediata ermita de la Virgen de la Ermitana, patrona de la población, reedificada entre los años 1708 y 1714 por Sancho de Echevarría, gobernador militar de Peñíscola, que mantuvo la plaza fiel a Felipe V de Borbón, a pesar de que el resto del reino de Valencia estuvo en poder de las fuerzas austracistas durante buena parte de la Guerra de Sucesión Española.
Sobre la población una filacteria que la ensalza presenta la leyenda:
“NOBILISSIMA AC FIDELISSIMA CIVITAS PENINSULAE”.
Tras ella en las nubes descansa la corte celestial presidida por una representación radiante de la Virgen de la Ermitana, que según la tradición fue traída por Santiago apóstol, con Jesús niño en un brazo y un ramo de flores en la otra mano.
Flanquean a la patrona de Peñíscola los santos protectores de las epidemias, ambos barbados: Sebastián, amarrado a un tronco, semidesnudo, con tres flechas clavadas en su cuerpo, y Roque, con hábito de peregrino, venera, bordón y calabaza, al que un ángel le descubre un bubón de la peste en su pierna.
El grabado citado identifica su autoría con la firma: “Giner fecit”.
Se trata de Joaquín Giner Grau, ilustrador y calcógrafo valenciano, natural de Játiva, que fue discípulo de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, ciudad en la que trabajó la mayor parte de su vida.
La misma escena figura en la patente de sanidad de un grabador anónimo que fue emitida el 8-1-1816, pero presenta un grabado rehecho con cierta torpeza, que eliminó la ermita de la patrona, simplificó la representación de la población y de las embarcaciones en sus aguas. El grabado citado acentuó el cerco radiante de la patrona y transformó en imberbe la representación de san Sebastián, entre otros detalles.
© Antonio Gil Albarracín
Doctor en Historia
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