La asociación entre epidemia y arte es antigua, se haya en el origen de uno de los hitos de la literatura medieval europea: El Decamerón de Boccaccio, ambientado en la peste de 1348, en una hacienda de Fiesole, donde se aislaron jóvenes florentinos para evitar el contagio.
Sin embargo, los documentos emitidos para acreditar que personas o navíos procedían de zonas libres de contagio epidémico apenas eran conocidos. Ciudades y puertos iniciaron su emisión antes de concluir la edad media, como estrategia sanitaria para combatir las enfermedades epidémicas, recurriendo pronto al arte del grabado con representaciones heráldicas, sacras o paisajísticas que dificultaran su falsificación.
Consolidados en el siglo XVIII los avances de la medicina científica, tras la peste de Marsella de 1720, en los países europeos y sus posesiones ultramarinas, para frenar las epidemias entre sus poblaciones, se generalizó la creación de Juntas de Sanidad encargadas de gestionar preventivamente el control epidémico y de emitir a viajeros o embarcaciones los documentos pertinentes. Quienes no los aportaran eran confinados en lazaretos los periodos prescritos para que acreditaran no padecer contagio.
La realización de grabados específicos de muchos puertos con vistas de pájaro de su propia imagen, para completar los documentos que emitieron, ha permitido reunir una extraordinaria colección de grabados que representan la imagen de los mismos durante los siglos XVIII y XIX, antes de que la revolución industrial hubiera alterado con instalaciones específicas los panoramas portuarios que muestran los grabados y la especulación urbanística, más reciente, haya roto perfiles seculares de buena parte de las ciudades portuarias españolas.
Los grabados que constituyen el tema fundamental de esta obra, hasta ahora casi desconocidos, salvo escasos estudios locales, son diversos por la variedad de paisajes, emblemas y advocaciones representadas; por la calidad desigual de los grabadores que los realizaron, desde artesanos de escasa habilidad hasta reconocidos pintores de cámara, que crearon indiscutibles obras de arte. Asimismo incorporaron a veces temas de gran calado como la presencia de la cultura clásica grecorromana junto la cristiana, con sus cortes celestiales protectoras, representación de las teorías neoplatónicas, que tanta resonancia tuvieron en los ambientes artísticos a partir del Renacimiento; también abunda en dichos grabados el empleo de la emblemática heráldica y de alegorías diversas.
Esta obra, en definitiva, difunde una sorprendente colección de grabados de los siglos XVIII y XIX, hasta ahora casi desconocidos, de treinta puertos de España y América que aportan una nueva y sugestiva imagen de nuestro pasado colectivo.
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SKU: 978-84-88538-43-7
12,00 €Precio
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